"El inquieto Anacobero" de Salvador Garmendia
Salvador Garmendia tenía ojitos de ratón, brillantes y pequeñitos, atrapados en surcos de
arrugas, tenía una voz melancólica que añoraba la infancia entre las tías, las muñecas de trapo y su tierra de crepúsculos puntuales. Encontré su libro de cuentos Enmiendas y atropellos en un puesto de libros de segunda, a la entrada de la UCV, al módico precio de 1200 bolívares. ¿Pueden creerlo? 23 cuentos garmendianos por el precio de dos tickets de metro.
Garmendia es uno de esos escritores que no cuenta nada asombroso, nada que paralice la respiración por segundos. Garmendia escribe recuerdos, historias de otros que se asoman a sus cuentos, pedazos de vida que contaron desconocidos y sus personajes luego repiten. Es un escritor de anécdotas que cuenta y recuenta, que detalla al extremo y mezcla historias con la maestría de un barajador de cartas.
Uno de sus temas recurrentes es la Caracas de los cabarets, la ciudad nocturna que atrae con las candilejas de la diversión o aterra con su circo repulsivo.
De Enmiendas y atropellos escogí El inquieto Anacobero, una historia que describe el ambiente citadino de mediados del sigo XX, los grandes cabarets y los pequeños burdeles, las bailarinas famosas que devenían en prostitutas de poca monta. El amor burlado y luego vengado a tiros o puñetazos. La diversión nocturna transformada luego en tragedia diurna.
Esta historia es la exhibición sin adornos de miserables personajes que se pasean en el relato gracias a una conversación centrada en Daniel Sans Souci.
De allí en adelante es como pasar las hojas de un albúm: el Pasapoga y sus deliciosas cantantes, la cocaína servida en platicos de postre, millones jugados al poker, las mujeres más bellas de Caracas almorzando en La Pastora y luego cenando un whisky en el burdel de La Gata, las noches orgiásticas donde sobraba carne y alcohol.
Un general enamorado de una Miss Panamá que recibe todos sus obsequios, para luego dejarlo esperando mientras juguetea en la cama con el negrito Happy. Un general enamorado disparando luego a su mala fortuna.
Tomasito enamorado de Marmolina, una prostituta que prefería los favores de Daniel Sans Soucy. Tomasito reventando la puerta a patadas y descargando su furia de hombre engañado en las carnes de la puta que no le vende sus noches.
Todos equivocados de pasiones, todos apostando y perdiendo, todos atrapados en un torbellino de celos y amores frustrados. Una historia de discretos faroles rojos que ocultan la escena nocturna de Caracas.
Pd: Al principio no comprendía el por qué del título de este cuento, ¿El inquieto Anacobero?. Resulta que Daniel Sans Souci existió con el nombre de Daniel Santos, uno de los primeros cantantes de la Sonora Matancera, quien era llamado el inquieto anacobero. Anacobero es como decir diablillo, pícaro, juguetón.
arrugas, tenía una voz melancólica que añoraba la infancia entre las tías, las muñecas de trapo y su tierra de crepúsculos puntuales. Encontré su libro de cuentos Enmiendas y atropellos en un puesto de libros de segunda, a la entrada de la UCV, al módico precio de 1200 bolívares. ¿Pueden creerlo? 23 cuentos garmendianos por el precio de dos tickets de metro.
Garmendia es uno de esos escritores que no cuenta nada asombroso, nada que paralice la respiración por segundos. Garmendia escribe recuerdos, historias de otros que se asoman a sus cuentos, pedazos de vida que contaron desconocidos y sus personajes luego repiten. Es un escritor de anécdotas que cuenta y recuenta, que detalla al extremo y mezcla historias con la maestría de un barajador de cartas.
Uno de sus temas recurrentes es la Caracas de los cabarets, la ciudad nocturna que atrae con las candilejas de la diversión o aterra con su circo repulsivo.
De Enmiendas y atropellos escogí El inquieto Anacobero, una historia que describe el ambiente citadino de mediados del sigo XX, los grandes cabarets y los pequeños burdeles, las bailarinas famosas que devenían en prostitutas de poca monta. El amor burlado y luego vengado a tiros o puñetazos. La diversión nocturna transformada luego en tragedia diurna.
Esta historia es la exhibición sin adornos de miserables personajes que se pasean en el relato gracias a una conversación centrada en Daniel Sans Souci.
De allí en adelante es como pasar las hojas de un albúm: el Pasapoga y sus deliciosas cantantes, la cocaína servida en platicos de postre, millones jugados al poker, las mujeres más bellas de Caracas almorzando en La Pastora y luego cenando un whisky en el burdel de La Gata, las noches orgiásticas donde sobraba carne y alcohol.
Un general enamorado de una Miss Panamá que recibe todos sus obsequios, para luego dejarlo esperando mientras juguetea en la cama con el negrito Happy. Un general enamorado disparando luego a su mala fortuna.
Tomasito enamorado de Marmolina, una prostituta que prefería los favores de Daniel Sans Soucy. Tomasito reventando la puerta a patadas y descargando su furia de hombre engañado en las carnes de la puta que no le vende sus noches.
Todos equivocados de pasiones, todos apostando y perdiendo, todos atrapados en un torbellino de celos y amores frustrados. Una historia de discretos faroles rojos que ocultan la escena nocturna de Caracas.
Pd: Al principio no comprendía el por qué del título de este cuento, ¿El inquieto Anacobero?. Resulta que Daniel Sans Souci existió con el nombre de Daniel Santos, uno de los primeros cantantes de la Sonora Matancera, quien era llamado el inquieto anacobero. Anacobero es como decir diablillo, pícaro, juguetón.
4 comentarios
Pavoguze -
Cbuwunedud -
Inita -
Y dice....
Yo no he visto a Linda, parece mentira,
tantas esperanzas que en su amor cifré,
no le ha escrito a nadie, no dejó una huella,
no se sabe de ella, desde que se fue
He escuchado a la Sonora Matancera, pero no es la música que prefiera.
:)
Ludicus -