La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile

Oveja Negra. 1986. Gabriel García Márquez.
Esta reseña debí escribirla cuando se cumplió un año más del golpe de estado contra el ex presidente chileno Salvador Allende. Causalmente terminé el libro justo en la fecha, sin embargo al regreso de mis vacaciones se lo presté a Inita porque sabía que le iba a encantar, entonces cometí un error muy común en los amantes de la literatura: mandé el libro al olvido. Ahora existe una señal que me ha conducido a realizar inmediatamente este escrito. He escuchado a Pinochet declararse inocente de la muerte de 19 activistas que se oponían a la dictadura, alegando que: durante mi Gobierno no podía ocuparme de todas las cosas.
No soy juez ni pretendo serlo, pero son públicos y notorios los abusos que se cometieron durante la dictadura en Chile. Antes de hablar del libro creo que es necesario referirme al hombre que es Miguel Littín. Es director de cine chileno y tuvo que salir de su país en 1973 tras el golpe de estado contra Salvador Allende y el establecimiento de la dictadura de Pinochet. Este libro escrito por el Gabo, que no es más que la voz de Littín, revela la opresión y la injusticia a través de la visión de un hombre que después de varios años en el exilio, regresó a su patria con otra identidad para emprender la aventura de documentar audiovisualmente la vida del pueblo chileno ante el régimen militar. Suena fácil, pero Littín era uno de los 5 mil chilenos que tenían prohibición absoluta de entrada a Chile, lo que lo obligó a cambiar su aspecto físico, toda una metamorfosis que lo llevó a asumir otra personalidad, además de las características de otra nacionalidad. Una muy cercana pero con evidentes contrastes: la uruguaya.
Littín logró filmar más de siete mil metros de película, dirigió a lo largo y ancho del territorio chileno incluso dentro del Palacio de la Moneda- tres equipos europeos de cine que habían entrado simultáneamente al momento de su llegada a Chile y que debían realizar distintas coberturas que fueron legalmente permisadas. Además, en tres semanas logró engranar seis equipos juveniles de la resistencia interna que le permitieron hacer tomas adicionales imposibles para las unidades foráneas. El resultado fue más de cuatro horas para una pelicula para televisión y dos para el cine que se llama: Acta general de Chile.
Después de concretar la experiencia, en un encuentro con el Gabo en Madrid, éste le propuso escribir la historia que no había sido contada, la de sus experiencias, sentimientos, viscitudes, alegrías, globalmente: todo lo vivido en carne propia por Littín. De esta forma el cineasta aceptó someterse a los interrogatorios del escritor colombiano. Hábilmente el Gabo decidió contar la historia en primera persona para mantener los modismos chilenos y la fuerza texto. Muchos de los nombres reales de las personas involucradas en los sucesos, fueron cambiados por seguridad de los que vivían en Chile porque en 1986 fecha de la publicación del libro- se mantenía el régimen dictatorial. Los que lean este libro no podrán parar hasta terminarlo o tal vez puede que les pase como a Inita que las ganas de llorar le han impedido que pueda terminarlo.
Yo, Miguel Littín, hijo de Hernán y Cristina, director de cine y uno de los cinco mil chilenos con prohibición absoluta de regresar, estaba de nuevo en mi país después de doce años de exilio, aunque todavía exiliado dentro de mí mismo: llevaba una identidad falsa, un pasaporte falso, y hasta una esposa falsa. Mi cara y mi apariencia estaban tan cambiadas por la ropa y el maquillaje, que ni mi propia madre habría de reconocerme a plena luz unos días después